segunda-feira, 5 de dezembro de 2011

La ruta de Brasil hacia la verdad y la Justicia

02/12/11
En la última semana dos importantes actividades en Buenos Aires debatieron los procesos de justicia de transición en el Cono Sur. Representando a Brasil, invitado por el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del MERCOSUR y Memoria Abierta, pude percibir una duda casi universal entre los participantes de otros países: si la dictadura acabó en 1985, ¿por qué recién ahora se aprueba una Comisión de la Verdad? Para comprender el “por qué” del “ahora”, es necesario verificar la diferencia del proceso de Brasil con los de otros países de la región, en especial Argentina y Chile.
Nuestra dictadura fue extremadamente “legalizada”. El sistema judicial adhirió casi por completo al régimen. Esto produjo dos efectos: por un lado, un numero de víctimas fatales mucho menor, una vez que es más difícil hacer “desaparecer” a alguien que ingresa formalmente en el sistema de justicia. Por otro lado, hubo en Brasil una represión mucho más extendida, que penetró en diversas instituciones del Estado, no solamente con la represión directa sobre las personas (como la tortura), sino también con la estigmatización, el despido del trabajo, la expulsión de la universidad, el exilio y la clandestinidad.
Esta diferencia, sumada a una amplia adhesión de la sociedad a la amnistía de 1979, que incorporaba la idea de ser “bilateral”, tuvo consecuencias. La demanda de los familiares de los muertos y desaparecidos repercutió, en un primer momento, con menos fuerza en la agenda política de la transición que la de los sobrevivientes.
De esta manera, el eje estructurante del proceso no fue “verdad, memoria y justicia” sino “reparación, memoria y verdad”.
Para designar reparaciones y desagravios, Brasil creó dos Comisiones. Una en 1995, que trabajó hasta 2007 y reconoció 475 personas muertas y desaparecidas. La otra en 2001, que reconoció más de 36 mil casos de prisión política, exilio, tortura, y otras violaciones a los derechos humanos, que sigue en funcionamiento hasta hoy. A partir del reconocimiento público de estas violaciones surgió una demanda amplia por verdad y memoria que no afecta sólo a las víctimas sino a la sociedad en su conjunto.
El régimen negaba la práctica de violaciones y solamente con su reconocimiento y reparación es que fue posible para amplios sectores sociales percibir la gravedad de lo sucedido.
Este proceso gradual de reconocimiento tardío de la verdad es, justamente, lo que explica el “por qué solamente ahora”.
Siendo así, ¿cuáles son las perspectivas y desafíos hoy en Brasil? En primer lugar, la Comisión de la Verdad tiene poderes para investigar la autoría (institucional y personal) de los hechos que ya fueron reconocidos. También podrá registrar un relato bien fundamentado que permita a todos conocer el pasado y superar la actitud de negación.
Finalmente, podrá proponer reformas institucionales con el objetivo de eliminar del Estado resquicios autoritarios, impidiendo su repetición. Así la verdad contribuye a la afirmación de la justicia. Muchos preguntan ¿algún día tendremos justicia penal en Brasil? Es difícil decirlo, pero todo el proceso brasileño hoy parece mucho más próximo del chileno, con su atribución de responsabilidades limitada, que del argentino, con su amplia agenda de juicios. Solamente el tiempo nos permitirá saberlo.

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